miércoles, enero 17, 2007

Rememorando 'Miau'

Cuando aún estudiaba en el instituto, allá por el año 1998, en las clases de literatura nos hicieron leer la obra "Miau", de Benito Pérez Galdós. La novela describía la situación de la España de finales del siglo XIX, con su pesada burocracia, con los contínuos cambios de gobierno y, como consecuencia de éstos, los ceses de todas las personas que trabajaban en la administración de un gobierno distinto al recién elegido.

Y es esta alternancia pactada en el poder por los políticos lo que inspira a Galdós a emplear la figura del cesante (típica en otras novelas decimonónicas, por otra parte) creando el personaje de Ramón Villaamil, un funcionario progresista dentro de un gobierno conservador que es despedido.

Y cito a Galdós porque la situación que está viviendo actualmente Nicaragua es parecida. Al igual que en la obra de Galdós que, recordemos, está basada en el Madrid del año 1888, la figura del cesante aún perdura en Nicaragua. Con el nuevo gobierno del FSLN ha cambiado todo, no sólo los altos dirigentes políticos, ministerios... como era de esperar, sino también los técnicos y otros funcionarios que trabajaban en el Instituto de la Juventud, en el Ministerio de Salud (Minsa) o en el Instituto Nicaragüense de la Mujer (Inim), por citar algunos. ¡¡Pero si por cambiar, han cambiado hasta el personal de la limpieza!!

Ahora imaginad dónde queda todo el trabajo hecho por la cooperación española en los últimos tiempos. Imaginad que toda la gente con la que habeis estado trabajando está ahora despedida (y gran parte del trabajo que has estado desempeñando, perdido en el abismo). Imaginad que el despacho que os otorgó para trabajar el ministerio de turno con vuestros útiles de trabajo ha desaparecido, así como los útiles de trabajo, que han sido desplazados a otra ciudad. Imaginad el Madrid de 1888. Imaginad Managua. Leed a Galdós.

2 comentarios:

José Augusto Domínguez dijo...

Gran Aitor, ¡qué tiempos! Pinto, Valdunciel, el arcipreste... ¡Vaya crack!

Sergio Ruiz dijo...

¡No te olvides a la Jaramillo!